Presentamos al átomo como un
pequeño núcleo cargado positivamente rodeado de electrones (negativos), que
neutralizan la carga nuclear.
Estas partículas no están dispuestas en el espacio vació atómico al azar, sino
que “orbitan” en niveles energéticos. Es así que el átomo tendrá tantos niveles
como sea necesario para que los electrones circulen en ellos.
Estos niveles tienen capacidad limitada para contenerlos, de modo que el primero
(el que se encuentra más cerca del núcleo) sólo puede contener dos electrones,
el segundo ocho, el tercero dieciocho, y así en adelante, con capacidad
restringida. Pero hay una limitación esencial de la disposición de los
electrones: en el último de los niveles nunca habrá más de ocho electrones.
Estos Nobles de los que habla el relato se llaman Helio, Neón, Argón, Criptón,
Xenón y Radón, y tienen algo que los demás elementos no poseen: la última órbita
completa con ocho electrones, cualidad esencial para la inercia. “Aquel átomo
que posea ocho electrones en su último nivel será Noble y en consecuencia
Inerte”.
El Helio, es la excepción ya que por ser el primero y tener sólo dos electrones
completa su primer órbita con ellos, el Neón que posee diez tiene dos en la
primera y los ocho restantes en la última (2_8), el Argón, con dieciocho, los
tiene dispuestos 2_8_8, y así el resto tienen su ultima órbita completa con ocho
electrones, lo que hace que se encuentren en un estado de menor energía, de modo
que no reaccionan porque no tienen necesidad de ir en búsqueda de electrones. Al
resto de los elementos no les sucede lo mismo, de modo que permanentemente están
buscando combinarse entre ellos para parecerse en esa combinación a los gases
nobles, es decir, completar el octeto del último nivel.
Sepamos como trabajan
El Sodio (su símbolo es Na) posee once electrones dispuestos de la siguiente
manera dos en la primera órbita, ocho en la segunda y uno en la tercera (2_8_1);
si este elemento se encuentra con Cloro (símbolo Cl), que posee diecisiete
electrones dispuestos (2_8_7), no hará otra cosa que cederle el último electrón
para parecerse al Neón (2_8) y el Cloro lo tomará rápidamente, pues de este
modo se parecerá al Argón
(2_8_8), formando una unión entre cloro y sodio, y la conocida sustancia cloruro
de sodio o lo que cotidianamente llamamos sal de cocina. Esta unión en que un
átomo cede sus electrones, que el otro toma, se llama unión iónica.
Cuando el Hidrógeno, que tiene un sólo electrón (1), se encuentra con el
oxígeno, que tiene ocho electrones (2_6), este último necesita dos electrones
para parecerse al Neón (2_8), pero al hidrógeno no le interesa perder su
electrón, pues de este modo no se parecería a ninguno de los nobles. En
realidad, también necesita un electrón para parecerse al Helio (2), por lo tanto
el problema se soluciona fácilmente: se asocian dos hidrógenos con un oxígeno y
comparten sus electrones, de este modo cada uno de ellos se mantiene en la
sustancia como si fueran gases nobles ¿Cuál es esa sustancia? Simplemente el
agua (dos hidrógenos y un oxígeno) H2O. Este tipo de unión donde los electrones
se comparten se llama unión covalente.
De este modo, y en forma permanente, los átomos, que son en total alrededor de
noventa y dos, se combinan intentando parecerse a los gases nobles y dando
origen a las distintas sustancias que componen la materia
Esta maravillosa tendencia es el secreto que posee la naturaleza para conformar
la diversidad del universo que nos rodea.
La regla del octeto rige al Universo ¿Será casual que el número ocho en posición
horizontal resulta ser el símbolo del Infinito?
Autor: María Cristina Chaler AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS Y TECNOLÓGICAS
(CyTA-INSTITUTO LELOIR) |